El incalculable valor ecológico de la dehesa

26/12/2005


ABC
Los aficionados a los toros no pretenden que los antitaurinos entiendan un arte exaltado por un sinfín de intelectuales, como se refleja en este texto escrito por Valle-Inclán, Sebastián Miranda y Pérez de Ayala, entre otros, con motivo de un homenaje a Juan Belmonte: «Capotes, garapullos, muletas y estoques no son instrumentos de más baja jerarquía estética que plumas, pinceles y buriles; antes los aventajan, porque el género de belleza que crean es sublime por momentáneo». Pero el hecho de que, en una sociedad preocupada por la preservación del medio, varios grupos ecologistas lancen severas críticas contra la Fiesta, es un contrasentido. El escritor François Zumbielh habla con rotundidad al respecto: «Cuando se afirma que la supresión de los espectáculos taurinos supondría a breve plazo la eliminación de todos los encastes de la vacada brava, esto no basta para acallar aquellas protestas».

El autor francés se decanta por este argumento: «Hay que enseñar, sobre todo a los jóvenes especialmente preocupados por el tema, que cada ganadería es de hecho una reserva ecológica insustituible, pues en ella conviven con el ganado bravo innumerables especies en libertad, amén de la flor y de todos los oficios del campo que se han mantenido ahí a lo largo de los siglos». En el Congreso Mundial de Ganaderos de Lidia celebrado el pasado octubre, donde se expusieron los incalculables valores culturales de la Fiesta, Zumbielh lanzó esta pregunta: «¿Quién tomará la responsabilidad de echar por los suelos el sutil equilibrio entre la naturaleza y la cultura, que se ha ido forjando poco a poco en las fincas donde pastan los toros?»






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